El láser a través del tallo llega al bulbo piloso absorbido por la melanina y se convierte en energía calorífica (efecto de fototermólisis) atrofiando y minimizando el folículo hasta su eliminación, sin dañar el tejido circundante, debiendo efectuar el tratamiento periódicamente hasta su extinción. Éste tipo de láser tolera la piel bronceada, no enrojecida por el sol.

Es importante tener en cuenta que la eliminación del vello podría ser prolongada e incluso permanente. Sin embargo algunos pacientes podrían no completar la pérdida del vello, incluso con varios procedimientos laser.

Después de haber realizado el tratamiento con láser la reacción de la piel es mínima,  puede mostrar enrojecimiento y una leve inflamación que desaparece de entre  30 a 60 minutos, aproximadamente. En caso de alguna quemadura superficial,  ésta desaparecería a los pocos días sin dejar marcas ni despigmentación, sólo recomendamos el uso de alguna crema para quemaduras en estos casos y mientras dure dicha quemadura.

Está demostrado que cualquier sistema de depilación láser requiere que el vello esté en su fase anágena para que la efectividad del tratamiento sea máxima, sin embargo, al inicio de cualquier tratamiento sólo tenemos entre un 10 y un 33% de vello en esta fase del crecimiento y aunque estemos eliminando también el resto del vello que se encuentra en fase catágena y telógena, que comprenden el resto del vello hasta alcanzar el 100 % de este, no obstante este vello tiene que nacer  y crecer hasta entrar en su fase anágena para conseguir terminar el tratamiento.

También debemos  tener en cuenta la existencia en nuestro organismo de CÉLULAS GERMINATIVAS capaces de crear vello nuevo, diferente al que hemos tratado y que ocupa la misma zona, podemos tener al año uno o dos rebrotes, estos rebrotes suelen aparecer en distintas épocas del año siendo más frecuentes en septiembre y octubre.